Democracia mexicana

Entre Columnas














Martín Quitano Martínez
mquim1962@hotmail.com
twitter: @mquim1962

“No puedes hacer una revolución 
para tener democracia.
 Debes tener la democracia 
para hacer una revolución”.
Gilbert Keith Chesterton.

Es tiempo de precampañas y ya todo el país es sujeto de la presencia de cientos de precandidatos; un movimiento electoral masivo pues involucra a la presidencial, la madre de todas las elecciones, 9 gubernaturas, diputados federales y locales, senadores, presidentes municipales, comunas. Se ventila una vez más el mundo del juego democrático, con todo lo que conlleva de incredulidad, de inconsistencias, de simulación y suciedad, de ilegalidad. Ese juego siempre presente está de nuevo en los reflectores.

Los resultados del Latinobarómetro 2017 esclarecen la condición de deterioro que presenta la democracia como sistema. La democracia no genera confianza en la mayoría de los ciudadanos, se reduce el apoyo que le otorgan por el incremento en la insatisfacción de los resultados que viene ofreciendo.



Esta situación no es privativa de México, sino de la región latinoamericana, lo que acusa un problema de origen, de las instituciones fundacionales de la democracia en nuestros países.

Para nuestro país los datos valorados sobre esas instituciones dan muestra de nuestras profundas dificultades. El más alto nivel de confianza (58%) lo tienen las iglesias, seguidas de las  fuerzas armadas (51%), la institución electoral con el  33%, el poder judicial 23%, el congreso 22%, la policía con el 21%, el gobierno 15%, mientras que los partidos políticos alcanzan solo el 9% de confianza.

Son varios los elementos que socavan la credibilidad de un esquema democrático que ofrece resultados positivos insuficientes para amplias franjas sociales; distintos indicadores muestran las percepciones que en diferente intensidad se hacen presentes en los países latinoamericanos pero en los cuales el resultado es concluyente, la democracia es una opción que pierde fuerza como expectativa política en esta región del mundo, se resquebraja.

Solo el 18% de los encuestados nacionales dijo estar satisfecho con nuestra democracia. En el apartado de lo que Latinobarómetro llama democracia “churchilliana” donde se plantea una valoración amplia del sistema como opción de gobierno más allá de los problemas o defectos que pueda presentar, México es el último país con un 54% de aprobación, siendo más evidente su deterioro al analizar el indicador de apoyo a la democracia que resultó menor en 10% respecto del 2016, al pasar de 48% al 38% en 2017. 



Menciona el estudio referido lo siguiente: “Los gobiernos sufren la misma suerte, cada año los latinoamericanos los aprueban menos. Lo que hoy es el promedio antes era el mínimo. Lo normal ahora es el mínimo de antes”. La  frase es lapidaria y muestra el nivel de insatisfacción que tienen nuestras sociedades latinoamericanas; la democracia y los gobiernos comparten sus males. 

México registra 4.7 en la valoración de desarrollo democrático, solo por arriba de El Salvador y Brasil, marcando una alerta más de la percepción social respecto de cómo se encuentra de vapuleada nuestra convivencia. El 90% de los mexicanos piensa que se gobierna en beneficio de unos cuantos poderosos, no es casual que solo el 20% de la población apruebe al gobierno.

En un país como el nuestro y con datos como los mostrados, se requiere hacer mucho para detener la caída libre que lleva un sistema democrático que merece ser recompuesto con urgencia. La tentación autoritaria puede cobrar adeptos, justificada por el caos existente, donde amplios sectores no encuentran asideros sólidos para seguir por la desprestigiada ruta democrática.



El deterioro de nuestro entramado  institucional y social es desnudado en un texto que merece la pena revisar con mayor precisión que estas líneas, donde se muestra también la percepción social sobre la corrupción, el desempleo, la violencia, la delincuencia y otros temas más, no para entrar en la conmiseración o la autoflagelación sino para buscar, imaginar y promover con solvencia los cambios que realmente permitan remontar esta crisis desde la democracia, ampliando su significado e impacto a todos los ámbitos, que no sea solo política sino también económica y social.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

Como todo en la vida, en el feminismo ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

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