DE BUEN FIN

ARRANCAMOS CON SALDO ROJO: A las 09:00 horas un trailer cargado con 25 toneladas de leche, presuntamente destinada a las oficinas del Dif Estatal Veracruz,  se impactó por presunto daño en el sistema de frenos contra un convoy militar que circulaba a buena velocidad en la autopista Perote-Banderilla, a la altura del municipio de Rafael Lucio; el saldo fue de 18 militares lesionados, más el conductor del trailer.

A las 13:00 horas un puente colgante en Nanciyaga municipio de Catemaco, de 30 metros de largo y dos metros y medio de altura, se colapsó cuando presuntamente no soportó el peso de 19 personas que cruzaban sobre él en ese momento, lanzando al vacio a todos, resultando 16 lesionados, tres de ellos graves.

A las 15:00 horas, 5 reporteros de RTV que se dirigían a cubrir un evento deportivo en el Puerto de Veracruz se accidentaron en la curva conocida como 'Pajaritos' en la carretera Trancas-Lencero a 10 kilómetros de Xalapa.

A las  21:00 horas se suscitó un incendio de tres Palapas instaladas en el interior del Parque Takilhsukut de la zona Arqueológica del Tajín, que obligó a la evacuación total de al menos una de las zonas en donde se desarrolla la Cumbre Tajín 2013. Vecinos de la Comunidad del Chote, ubicada a 6 kilómetros del Parque, reportaban que hasta allá se veían clarísimas enormes llamas que salían del interior del Parque.


1.- Como una humilde y respetuosa aportación a los festejos del Natalicio de Juárez, me permito dejar a su alta consideración una Carta que escribió el Benemérito de Las Américas, de puño y letra, como respuesta a un llamado que le hizo en aquél año el recién designado 'Emperador Maximiliano de Habsburgo', en donde le pedía que declinara su intento de Gobierno Itinerante y aceptara sumarse al 'Nuevo Imperio'. La Carta dice así: 

“Monterrey, Mayo 28 de 1864.—Muy respetable Señor:

“Me dirijo Ud. particularmente su carta del 22 de pasado, fechada a bordo de la fragata ‘Novara’; y mi calidad de hombre cortés y político me impone la obligación de contestarla, aunque muy de prisa y sin una redacción meditada, porque ya debe Ud. suponer que el delicado e importante cargo de presidente de la República absorbe casi todo mi tiempo, sin dejarme descansar de noche. Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y juramentos soy el llamado a sostener la integridad nacional, la Soberanía y la Independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando mis esfuerzos, para corresponder al depósito sagrado que la Nación, en el ejercicio de sus facultades, me ha confiado; sin embargo, me propongo, aunque ligeramente, contestar los puntos más importantes de su citada carta.

“Me dice Ud. que, abandonando la sucesión a un trono de Europa, abandonando su familia, sus amigos, sus bienes, y lo más caro para el hombre, su patria, se han venido Ud. y su esposa Doña Carlota a tierras lejanas y desconocidas sólo por corresponder al llamamiento espontáneo que le hace un pueblo, que cifra en Ud. la felicidad de su porvenir. Admiro positivamente, por una parte, toda su generosidad, y por otra parte ha sido verdaderamente grande mi sorpresa al encontrar en su carta la frase: llamamiento espontáneo, porque yo ya había visto antes, que cuando los traidores de mi Patria se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo a Ud. la corona de México, con varias cartas de nueve o diez poblaciones de la Nación, Ud. no vio en todo eso más que una farsa ridicula, indigna de ser considerada seriamente por un hombre honrado y decente.

“Contestó Ud. a todo eso exigiendo una voluntad libremente manifestada por la Nación, y como resultado de sufragio universal: esto era exigir una imposibilidad; pero era una exigencia propia de un hombre honrado. ¿Cómo no he de admirarme ahora viéndole venir al territorio mexicano, sin que se haya adelantado nada respecto a las condiciones impuestas; cómo no he de admirarme viéndole aceptar ahora las ofertas de los perjuros y aceptar su lenguaje, condecorar y poner a su servicio a hombres como Márquez y Herrán, y rodearse de toda esa parte dañada de la sociedad mexicana?

“Yo he sufrido, francamente, una decepción; yo creía a Ud. una de esas organizaciones puras, que la ambición no alcanzaría a corromper.

“Me invita Ud. a que vaya á México, ciudad adonde Ud. se dirige, a fin de que celebremos allí una conferencia, en la que tendrán participación otros jefes mexicanos que están en armas, prometiéndonos a todos las fuerzas necesarias para que nos escolten en el tránsito, y empeñando, como seguridad su fe pública, su palabra y honor. Imposible me es, Señor atender a ese llamamiento: mis ocupaciones nacionales no me lo permiten; pero si en el ejercicio de mis funciones públicas yo debiera aceptar tal intervención, no seria suficiente garantía la fe pública, la palabra y el honor de un agente de Napoleón, de un hombre que se apoya en esos afrancesados de la Nación mexicana, y del hombre que representa hoy la causa de una de las partes que firmaron el tratado de la Soledad.

“Me dice Ud. que de la conferencia que tengamos, en el caso de que yo la acepte, no duda que resultará la paz, y con ella la felicidad del pueblo mexicano, y que el Imperio contará en adelante, colocándome en un puesto distinguido, con el servicio de mis luces y el apoyo de mi patriotismo. Es cierto, Señor, que la historia contemporánea registra el nombre de grandes traidores, que han violado sus juramentos y sus promesas; que han faltando a su propio partido, a sus antecedentes y a todo lo que hay de sagrado para el hombre honrado; que en estas traiciones, el traidor ha sido guiado por una torpe ambición de mando y un vil deseo de satisfacer sus propias pasiones, y aun sus mismos vicios; pero el encargado actualmente de la Presidencia de la República, salido de las masas obscuras del pueblo, sucumbirá (si en los juicios de la Providencia está determinado que sucumba), cumpliendo con su juramento, correspondiendo a las esperanzas de la Nación que preside, y satisfaciendo las inspiraciones de su conciencia.

“Tengo necesidad de concluir por falta de tiempo, y agregaré sólo una observación. Es dado al hombre, Señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la Historia. Ella nos juzgará.

“Soy de Ud. seguro servidor.—Benito Juárez”.

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