BALACERAS

Por Juan Osorio Flores

Por desgracia la zozobra y la intranquilidad volvieron a asaltar la otrora región más tranquila de Veracruz: Coatepec.

Los sobresaltos iniciaron con el ataque que sufieron elementos escoltas asignados al Poder Ejecutivo del Estado en la carretera Coatepec-Xalapa vía Briones.

Siguió este otro enfrentamiento en Ixhuacán de los Reyes, con el "operativo" especial que implementó el Ejército Mexicano y elementos de la Marina Armada de México sobre la carretera Coatepec-Xalapa vía rápida, precisamente 24 horas antes del enfrentamiento en Ixhuacán.

¿Los castrenses ya sabían que algo malo se movía en la región?. Es posible. ¿Tenían indicaciones de Inteligencia que denunciaban alguna presencia de la delincuencia organizada?. Es posible.

Lo cierto, es que cuando se comienzan a olvidar las bajas humanas de un lado y otro por esta clase de enfrentamientos, las balas vuelven a silbar por los aires.

Las formas de trabajar del Ejército no respetan en nada a las de los civiles, y cuando ellos llegan, el mundo cambia, y los civiles no saben a quien temerle más: si a los presuntos maleantes, o a los soldados, que ahora agazapados con los rostros cubiertos, aplican toda clase de fuerza bruta y psicológica a quienes caen en sus manos: un 90 por ciento de esas víctimas, gente de bien que tuvo la gran desgracia de toparse de frente "con estos valerosos garantes de la soberanía nacional".

Lo cierto es que el programa "Veracruz Seguro" no está funcionando como se debe y no hay que escribir muchas pruebas al respecto: lo que se ve no se juzga.

Por ejemplo, platiqué ayer con un vecino en Ixhuacán de los Reyes; me cuenta cómo llegan camionetas de ataque de "los soldados" a Ixhuacán: llegan a toda velocidad a un pueblo tranquilo que apenas despertaba.

Los elementos llegan cortando cartucho, causando el pánico en la gente; algunas mujeres y unos adultos mayores caminaban por una de las calles de acceso a Ixhuacán, al ver la presencia militar y la actitud de ataque, lo único que hacen es quedarse viendo con terror la masiva llegada de elementos.

No pueden cruzar la estrecha calle. Los vehículos de ataque pasan a menos de 20 centímetros de ellos, a al menos 60 kilómetros por hora.

El "abuelo" angustiado, pero recio, se mantuvo de pie. Termina de pasar un convoy y las asustadísimas mujeres, agarran del brazo al anciano y al fin logran pasar la calle, apenas alcanzando los 6 metros, inicia la llegada de otras unidades militares.

Allá en el centro, las puertas de los menos de 15 negocios que existen, cierran inmediatamente las puertas; en menos de 15 minutos, no hay un alma en las calles del centro.

Para entonces, los militares ya declararon, sin decirlo, un estado de sitio; nadie puede entrar ni salir del pueblo. La gente no sale de sus casas. Las escuelas están cerradas. Hay tensión.

Me cuenta mi amigo que fueron en realidad pocos los "tronidos" de balas que se escucharon en el centro.

"Lo que más se oyó fueron las corretizas de los carros", narrándome las persecuciones que se dieron.

Fueron varias horas de tensión, aunque mi amigo reconoce que "aquí en el centro, nada más fueron los primeros balazos; después ya no hubo nada".

Me dice que no recuerda que se hubiere dado un "operativo" de esta naturaleza, y que hubiera requerido el "estado de sitio".

"No. No había pasado. Habíamos oído que allá arriba (en la parte más alta del Cofre) a veces se balaceaban, pero no, aquí no se había dado esto".

Al igual que en muchos puntos del Distrito, los habitantes, algunos ya con muchos años de edad encima, descubren que en la vida, siempre hay algo nuevo que ver y aprender, aunque esto sea doloroso.

De los muertos, nada se sabe. Si son "buenos" o "malos", aunque la oficialidad se inclina por convencer de que son "malos".

Pero aún así, se desconoce quiénes, de dónde, porqué, qué. Son preguntas que no tendrán respuesta, porque los ciudadanos, quienes pagamos a los carísimos sistemas de inteligencia de seguridad en el país, no tenemos el Derecho de saber qué ocurre en nuestro entorno.

A lo que sí tenemos derecho, es a ser "confundidos" con maleantes, a ser víctimas de asedios, excesos policiacos o militares, "porque estamos haciendo esto por su bien".

Como se parece esa estúpida frase, a aquél que le rompe el hocico a su mujer, "porque con eso le demuestro que la quiero".

No, pos si. Por eso estamos como estamos...

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